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¿Quién es Dios?

Actualizado: 11 nov 2021

Dr. Richard Hays

Notas del mensaje.


La esencia de nuestro ser es nuestro espíritu

El ESPÍRITU INACTIVO


En la Biblia, en el libro de 1°Tesalonicenses 5:23 dice: “…Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo…” Con este versículo podemos ver que nosotros, los seres humanos, existimos en tres dimensiones:


1. Espíritu: Es la esencia de nuestro ser; es nuestra persona interior.

2. Alma: Es la expresión de nuestro ser o nuestra personalidad.

3. Cuerpo. La casa o habitación de nuestro espíritu. Como nuestro espíritu es la esencia de nuestro ser (no nuestro cuerpo) podemos concluir que:


Concluir.  Extraer conclusiones, resolver algo tras el estudio y análisis de lo que se ha tratado o examinado. Cuando use la palabra concluir, concluye, concluyendo, etc. No es para hacer referencia al final o termino, sino a la idea de establecer verdades que a partir de ahora estarás creyendo, viviendo y sintiendo.


“Somos un espíritu, que tenemos un alma y vivimos en un cuerpo”

Génesis 1:26 dice: “…Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” Hemos sido creados a la imagen de Dios; es decir, somos como Él. Entonces si nosotros existimos en tres dimensiones simultáneamente, Dios también existe en tres dimensiones simultáneamente:


1. Dios padre.

2. Dios Hijo.

3. Dios Espíritu Santo.


Dios es espíritu, por eso no lo podemos ver; la esencia de nuestro ser también es nuestro espíritu. Con esto confirmamos que fuimos creados a la imagen de Dios. Y la razón por la que Dios nos creó a su imagen es porque Él quería tener a alguien igual a Él con quien tener una relación.


Cuando Dios creó al ser humano también le dio libre albedrío, esto es: “La habilidad de elegir” Dios nos ama mucho por eso nos hizo, pero no quiso obligarnos a estar con Él, no quiso obligarnos a ser sus hijos o sus siervos. Por ello puso en nosotros la capacidad de elegir, para que tuviéramos una respuesta de amor voluntario hacia Él. Lo que hizo Dios fue lo que dice el famoso dicho: “Si tienes un pájaro déjalo libre, si vuelve es tuyo; si no, nunca lo fue”. Así que Dios abrió la puerta de la jaula, el problema fue que todos salimos.

Es lo que dice en Romanos 3:23: “…por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios…” Todos hemos pecado, por consecuencia, estamos separados de Dios y por estar separados de Dios nuestro espíritu está inactivo. Nuestro espíritu fue diseñado para ser la morada de Dios, pero por haber pecado, nuestro espíritu está vacío; Dios no habita en él. A esta inactividad de nuestro espíritu la Biblia la llama “muerte”. Dios es el creador de todo; Él es la fuente de la vida y si estamos separados de Dios, estamos muertos; aunque nuestro cuerpo vive, nuestro espíritu está muerto por estar separado de la fuente de la vida.


NACER DE NUEVO

Jesucristo fue al calvario para poder tomar nuestro pecado y ponerlo sobre Él mismo. Cuando pedimos perdón por nuestros pecados, Dios toma esos pecados y los pone encima de Jesús y el resultado es que nosotros ahora estamos sin pecado o, la palabra que debes recordar es: Hemos sido PERDONADOS. Lo que me separaba de Dios ha sido quitado y, cuando esto sucede, Dios viene y habita nuestro espíritu; ¡Él entra en mi espíritu! Este acontecimiento es lo que la Biblia llama nacer de nuevo.

Cuando hemos nacido de nuevo, podemos decir que hemos nacido dos veces:


1. Naturalmente.- Cuando nacimos de nuestra mamá.

2. Espiritualmente.- Cuando pedimos perdón por nuestros pecados y Dios habita nuestro espíritu.


Si hemos nacido dos veces, solamente moriremos una vez: Cuando este cuerpo termine. Pero si únicamente hemos nacido una vez (solo cuando hemos nacido de nuestra mamá), nos toca morir dos veces:


1. Cuando este cuerpo termine.

2. Cuando nuestro espíritu permanezca separado de Dios eternamente.


Dios nos ama tanto y lo que quiere es que nadie permanezca separado de Él eternamente, por eso vino Jesucristo a morir por nuestros pecados. Es cierto, Dios abrió la puerta de la jaula y todos salimos, pero la puerta sigue abierta y Él nos invita a volver.

En Juan 3:1-8 Jesús le está explicando a Nicodemo lo que significa nacer de nuevo (es lo que acabamos de mencionar anteriormente) y en el versículo 8 Jesús dice: “…El viento sopla de donde quiere y oyes su sonido pero no sabes de donde viene ni a donde va…” lo que Jesús está queriendo decir en este pasaje es que no podemos ver el viento, pero sí podemos ver sus efectos. Si volteamos hacia la ventana podemos ver las hojas de los árboles moverse, de la misma manera, no podemos ver a Dios porque Él es Espíritu. Cuando Dios ha habitado el espíritu de alguien no podemos ver al Espíritu de Dios en esa persona, pero podemos ver los efectos del Espíritu de Dios en la vida de ella; ahora que el Espíritu Santo está en medio de nuestro ser, (en nuestro espíritu) comenzamos a pensar diferente, comenzamos a sentir diferente. Sabemos que hemos sido aceptados por parte de Dios. Si hemos nacido de nuevo, Dios ya vive en nosotros y podemos ver sus efectos en nuestra alma o personalidad y empezamos a ser diferentes.


Cristianismo no es una religión, sino más bien, una relación con Dios mismo en el Espíritu. En Juan 3:3 dice: “…De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios…” Si no has nacido de nuevo no puedes ver como Dios ve; pero si el Espíritu de Dios está en ti, cambian tus motivos y tus perspectivas, tu entendimiento se amplía o ensancha. Imagina que tu entendimiento es un tubo de 10 cm. de diámetro y Dios es un flujo de un metro de diámetro. Obviamente el tremendo flujo no puede pasar por el pequeño tubo; pero conforme vas conociendo y entendiendo más de Dios el tubo se va agrandando y, como consecuencia, más flujo de Dios va corriendo. Tu entendimiento se agranda, tus perspectivas cambian; puedes ver el reino de los cielos en tu vida y en tus circunstancias. Ya no lo ves todo negativo, oscuro o sin salida. Cuando Dios vive en ti puedes ver desde su propia perspectiva.


Pero también en Juan 3:5 dice: “…no puede entrar en el reino de Dios…” Si no has nacido de nuevo tu vida no cambia y vives sólo hasta donde tus fuerzas te alcanzan; pero cuando has nacido de nuevo tu vida cambia, comienzas a vivir y experimentar los milagros, las señales, los prodigios de Dios; tu vida se torna como dice Hebreos 2:4: “…testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad…” Si no estás en Cristo no puedes experimentar la dimensión sobrenatural de Dios. Pero si has nacido de nuevo, puedes vivir o entrar en el reino de los cielos aquí en la tierra. Por haber nacido de nuevo, comienzas a experimentar otro estilo de vida y a tener una relación personal con Jesús.



Anteriormente mencioné que los seres humanos estamos separados de Dios por causa de nuestro pecado ¿Recuerdan? Y di el ejemplo del dicho del pájaro: Si tienes un pájaro déjalo libre, si vuelve es tuyo; si no, nunca lo fue; Dios puso en nosotros la habilidad de elegir o libre albedrio, luego abrió la puerta de la jaula y todos decidimos salir tal como dice en Romanos. Nuestro pecado nos separó de Dios, pero mediante la obra de Jesucristo Él nos limpia. Es como cuando un niño se cae al lodo, su papá lo levanta y lo primero que hace es darle un baño o limpiarle el lodo y, después, lo abraza y lo besa. Aunque el niño ha caído en el lodo sus padres lo aman. De igual manera, Dios Padre nos ama y nos quiere limpiar; por eso Él ha tomado nuestro pecado, lo ha puesto encima de Jesucristo y nos ha perdonado.

Una de las mejores explicaciones de este punto la podemos encontrar en Romanos 3:26, este versículo dice: “…con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús…” Jesús es justo pero también es quién nos justifica. Te lo voy a explicar así: En tiempos antiguos cuando se iba a llevar a cabo un juicio, presentaban ante el juez al acusado con la cara cubierta con una capucha con el fin de que el juez no supiera a quien estaban acusando y así pudiera ser imparcial y dictara una sentencia justa. Así que, imagina al juez sentado en su estrado, listo para escuchar el caso, entran los guardias con el acusado; el juez voltea y lo ve pero no sabe de quién se trata porque el acusado entra con la capucha en su cara. El fiscal se pone de pie y dice: “Este hombre es un asesino” y comienza a mostrar las evidencias una, tras otra, tras otra; para demostrarle al juez que el acusado ha matado a alguien. El juez escucha con atención todas las evidencias, y cuando llega el momento de decidir, da su veredicto: “Este hombre es culpable y la sentencia es la muerte”. El acusado agacha la cabeza entristecido por el veredicto pero, en el fondo de su ser, él sabe que es culpable. Los guardias le quitan la capucha al acusado y el juez reconoce al homicida; se trata de su propio hijo. Toda la gente que está presenciando el juicio se asombra y se pregunta ¿Qué va a pasar? El juez está convencido de que su hijo es culpable, pues escuchó cada evidencia y testimonio que el fiscal presentó; pero aun así lo ama, pues es su hijo. El juez se pone de pie y le dice a toda la gente: “La sentencia es la misma y se va a realizar” luego se quita su toga de juez, se baja de su estrado, camina hacia su hijo y toma su lugar. Entonces dice: “Yo tomaré el lugar de mi hijo, la sentencia se va a llevar a cabo, pero caerá sobre mí”.


Esto es exactamente lo que dice el versículo que acabamos de leer, Dios es el juez y nosotros hemos pecado; nos salimos de la jaula y nuestra sentencia es correcta. Pero nuestro pecado no cambia lo que Dios siente por nosotros, es nuestro Padre y de todos modos nos ama. Así que, tal como el juez se bajó de su estrado, Jesús descendió del cielo y tomó forma de hombre, se puso en nuestro lugar y dijo: “Yo soy el juez pero también seré el que justifique a toda la humanidad; a los que estén en mi”.

La verdad es que esto sucedió hace mucho tiempo, pero para que pueda ser realidad en tu vida, necesitas creerlo. Ya sabes que eres culpable, pero ahora también sabes que Dios decidió tomar tu lugar, solo necesitas creer y decir: “Reconozco que soy culpable, pero también reconozco que Jesús ha decidido tomar mi lugar”. En este momento es en el que tú decides incluirte en esta sustitución (Jesús en nuestro lugar), Dios tu Padre voltea hacia ti y comienza a actuar contigo como actuaba con Jesús. Esta verdad ya existía; pero en el momento en que tú la crees, es cuando se vuelve activa en ti.


Juan 1:12 dice “…Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios…” Yo he creído que Jesús ha tomado todo lo que me separaba de Dios y ahora me ha dado el derecho de ser su hijo.

Hasta aquí podemos estar concluyendo que por la obra de Jesucristo he sido perdonado y ahora tengo el derecho de ser hijo de Dios; por la obra de Jesucristo yo tengo el derecho de que el Espíritu Santo venga y more en mí porque he sido perdonado. La esencia de nuestro ser es nuestro espíritu y Dios es Espíritu. Ahora que he creído en la obra de Jesús, el Espíritu de Dios ha venido a morar en mi espíritu y yo puedo tener una relación con Él.

¿Recuerdas la manera como estamos constituidos? Somos un espíritu que tenemos un alma y vivimos en un cuerpo, la vida cristiana inicia en nuestro espíritu porque ahora Dios está en nosotros.


Si tú no has nacido de nuevo, si nunca has hecho una oración en la que invites a Dios a morar en tu espíritu, te invito a que repitas esta oración:

Señor Jesús, reconozco que he pecado, reconozco que te he fallado y que he hecho lo que no esperabas de mí.

Perdóname, te pido que me limpies con tu sangre, que quites de mi todo lo que me separa de ti (pecado). Ven Jesús y sopla tu aliento en mí; ven y sé el Señor de mi vida. Tú abriste la puerta de la jaula y decidí salir; y en un acto de mi voluntad hoy decido regresar a ti. Amén.

Te sugiero que concluyas este capítulo así:


1. Soy perdonado, ya no estoy separado de Dios.

2. Dios vive en mí.

3. Mi manera de ver y percibir es diferente.

4. Mi manera de vivir es diferente.


¡Felicidades Amigo! ¡Bienvenido a la Familia de Cristo!

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