Henrik Andersen
Notas del mensaje
Mateo 11:11 dice: “…De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él…” En este pasaje Jesús está diciendo respecto a Juan el Bautista que no ha nacido otro mayor que él, entre los que nacen de mujer no ha nacido otro mayor que Juan el Bautista; con esto Jesús está diciendo que Juan el Bautista es más grande que Elías, más grande que el rey David, más grande que Abraham y Moisés. Pero después de decir esto viene la frase que parece increíble: “El más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él”, yo me preguntaba ¿Cómo puede ser eso de que Juan el Bautista es el más grande, pero el más pequeño en el reino es mayor que él?
Una forma de explicar esto es: Imagina un corporativo muy grande que tiene muchas oficinas y en el piso más alto del edificio está la oficina del jefe, quien está sentado detrás de su gran escritorio, al lado de él está su empleado de confianza el cual se llama Juan; Juan llegó a la empresa cuando era apenas un muchacho y entró limpiando bodegas, pero Juan es muy inteligente y diligente así que rápidamente fue promovido.
Siempre llegaba antes que los demás, salía más tarde, hacia su trabajo mejor que los demás. Terminó siendo el empleado de mayor confianza en toda la empresa. Así que está sentado al lado del jefe hablando de negocios cuando de repente entra a la oficina un muchacho desalineado y le dice al jefe: “Oye pa’, échame las llaves del jaguar para ir por una pizza”. El jefe le avienta las llaves y le dice: “Conduce con cuidado”. Juan ha trabajado toda su vida en esta empresa, ha tenido más logros que cualquier otra persona en el corporativo pero había alguien menor que era mayor que él, y lo que hacía que este menor fuera mayor que Juan era ser hijo del dueño. El hijo del jefe nació en una posición que Juan jamás alcanzaría por esfuerzos. Esto es lo que está diciendo Jesús en el versículo que leímos: “…El más pequeño en el reino de los cielos es más grande que Juan el Bautista…”
En Juan 3 Jesús está platicando con Nicodemo y le está diciendo cómo entrar en el reino de los cielos: Necesitamos nacer de nuevo para entrar en el reino de los cielos Juan 1:12 dice: “…Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios…“ Cuando nosotros reconocemos quién es Jesucristo (el Mesías, el hijo de Dios) y lo recibimos en nosotros creyendo que Él es la salvación de Dios para nosotros, en ese momento Dios nos da el derecho de ser sus hijos. Este punto no lo entendía muy bien, llegue a comprenderlo mejor cuando tuve a mis propios hijos. Cuando nacieron mis hijos pude darme cuenta de que:
Cuando tenemos a nuestros hijos no pensamos que, hasta que hagan algo por nosotros los amaremos, me acuerdo que en el momento en el que pusieron a mi hijo en mis manos yo lo amé inmensamente. Desde que nacieron ya eran aceptados y amados. La Biblia nos dice lo mismo en Efesios 1:3-6 “...Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado…” Aquí dice que Dios nos escogió en Cristo, y nos escogió para ser sus hijos y nos hizo aceptos en el Amado; piensa un poco en esto, la aceptación que Dios te tiene no está basado en cuánto puedes lograr, la aceptación que Dios te tiene está basado en el amado, en Jesús. De la misma manera que Dios ama y acepta a Jesús, te ama y te acepta a ti.
Si viniera un niño conmigo y me dijera: “Señor, si yo le sirvo 10 años y me porto bien, ¿Podría ser su hijo?” le tendré que contestar “Lo siento muchacho, no funciona así”.
Pero mi hijo Stephen quien ha roto varios celulares de mi esposa, quien una vez aventó una cuchara y rompió una televisión de plasma, quien hace muchos berrinches, es mi hijo amado a quien tengo complacencia ¿Por qué? porque nació siendo mi hijo.
Necesitamos entender que lo mismo pasa con Dios, desde el momento en que nacimos de nuevo Dios nos ama y nos acepta, no tenemos que ganarnos el amor de Dios ¡Ya lo tenemos! no tenemos que ganarnos la aceptación de Dios ¡Ya la tenemos!
Otra cosa que incluye ser hijo. Mi hijo mayor es muy alto ¿Por qué? porque yo soy muy alto, él tiene el cabello rubio ¿Por qué? porque yo soy rubio, él es muy guapo ¿Por qué? y allí ustedes contestaran “Pues porque se parece a su mamá”. El punto es que mi hijo se parece a mí porque tiene mi naturaleza. Nosotros hemos nacido de Dios, por lo tanto tenemos su naturaleza. El título “Hijos de Dios” no es algo que nos ponemos porque suena bonito sino porque realmente nacimos de Él. 1ª. de Pedro 1:23 dice: “…siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre…” Este versículo dice que nacimos de una simiente incorruptible, pero la palabra que se usa en griego es aún más clara, es esperma; entonces está diciendo que no hemos nacido de un esperma corruptible sino de uno incorruptible. 1ª. de Juan 3:9 dice “…Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios…”. Aquí se usa otra vez la palabra griega que se traduce como esperma; el esperma de Dios está en ti, piensa en eso, tenemos el ADN de Dios espiritualmente, tenemos su naturaleza. Y lo podemos ver desde el momento en que recibimos a Cristo, recuerda todas las cosas malas que hacías antes sin pensar, ¡No pasaba nada! pero al día siguiente que recibiste a Cristo hiciste algo malo pero algo en tu interior se sintió muy mal, quizá antes lo hacías sin problemas pero ahora te sientes muy mal ¿Por qué? porque la naturaleza de Dios ahora está dentro de ti. Su misma vida está dentro de ti y esa vida no es compatible con el pecado.
Esto no quiere decir que si hoy recibo a Cristo ya mañana voy a vivir una vida perfecta, por Ejem: Como si un mendigo se da cuenta que es el hijo de un gran Rey, el gran Rey lo trae al palacio pero el mendigo no sabe cómo comportarse correctamente porque la mayoría de sus conceptos son equivocados. Lo mismo sucede con nosotros, la Biblia dice: “…El que está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas…”
2° Corintios 5:17
Dios nos da una Nueva Naturaleza pero no nos da un nuevo cerebro, por eso la mayoría de nuestras acciones van de acuerdo a lo que pensábamos antes y poco a poco tenemos que renovar nuestra mente y comenzar a pensar como Dios piensa.
Una pregunta que todo el mundo debemos contestarnos y que quizá, de manera inconsciente la estamos respondiendo todo el tiempo es:
¿Quién eres? Tal vez contestamos a esta pregunta con nuestro nombre o nuestra profesión pero, como cristianos, nuestra respuesta debe ser “Yo soy hijo de Dios”. Esta respuesta es muy importante porque es lo que va a definir todo nuestro comportamiento. Todo comportamiento es el resultado de la identidad; conforme el hombre cree es su corazón tal es él. A mis hijos les parece chistoso ponerse mis zapatos e intentan caminar con ellos porque les quedan grandes y caminan como pingüinos, pero llegará el día en que ellos crecerán y podrán llenar mis zapatos. En el mismo sentido, Efesios 5:1-2 dice: “…Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante…” Nosotros somos hijos amados de Dios y por eso debemos imitarlo.
Proverbios 23:7
Los hijos se parecen a sus padres por dos razones:
1º. Por genética (por naturaleza).
2º. Por pasar tiempo con papá, por ver sus gestos, escuchar sus palabras e imitarlo.
Nosotros somos hijos de Dios debemos comenzar a imitarlo, tal vez tú me preguntes ¿Cómo le hago para imitar a Dios si nunca lo he visto? y tienes razón la Biblia lo confirma en Juan 1:18 porque dice: “…A Dios nadie lo vio jamás…” Pero luego dice “…el unigénito hijo lo ha dado a conocer…” Jesús nos muestra quien es Dios pero, como yo tengo la misma naturaleza de Dios, también me está mostrando como soy yo. Jesús es nuestro hermano mayor, nuestro punto de comparación no deben ser los discípulos, debe ser Jesús, porque es su naturaleza lo que nosotros tenemos.
Un problema al que nos enfrentamos es que todos venimos de una familia en la que no hay un padre perfecto, nuestros padres tenían sus límites. Otros vienen de familias donde el padre es abusivo; esto resulta un problema porque nuestro padre es el primer reflejo de Dios que vemos, es el primer representante de Dios que vemos. Por eso si nuestro padre está ausente, concluimos que Dios está ausente; si nuestro padre fue abusivo podemos concluir, Dios es abusivo no puedo confiar en Él. Mucho de lo que vemos en la tierra lo proyectamos hacia Dios, si mi papá fue muy estricto y siempre estaba midiendo mi comportamiento, yo voy a concluir, Dios es muy estricto y Él solamente me va a amar si yo cumplo con toda estas cosas.
Pero Dios no es así, Él nos amó aún antes de nacer Él ya había pensado en ti y ya te había amado. Dios es tu Padre, por eso te invito a que termines este capítulo con esta oración:
Dios tú eres mi Padre, pero no eres como los padres de la tierra que fallan y son imperfectos; Tú eres mi Padre celestial y eres perfecto. Quiero conocerte y entiendo que mientras te voy conociendo, me voy conociendo a mí mismo. Yo soy tu hijo, Tú me amas y me aceptas. Entiendo que he nacido en una posición mucho más alta de lo que yo hubiera podido merecer por mis propios esfuerzos, entiendo que tengo tu naturaleza, soy como Tú, pero quiero pasar tiempo contigo para conocerte, imitarte y caminar en tu amor.
Romanos 8:14-17 dice: “…Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: ¡Abba! ¡Padre! El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria…“
Este pasaje está diciendo que no hemos recibido un espíritu de esclavitud, Dios no nos quiere llevar a una relación de temor. En el Antiguo Testamento muchos tuvieron una relación de temor con Dios y una relación de tipo esclavo, pero nosotros hemos recibido el espíritu de adopción por el cual clamamos ABBA PADRE. Podemos ver este paradigma de esclavitud en la historia del hijo prodigo; observamos al hermano del hijo pródigo. Cuando este regresa, el hermano mayor se ofende y no quiere entrar a la fiesta, cuando el padre sale para hablar con él, el hijo mayor le dice: “…He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos…” Lo interesante en el dialogo de este hijo mayor es que nunca usa la palabra hijo y nunca usa la palabra padre. Aunque era hijo se veía como esclavo.
Tristemente hay muchas personas así en las iglesias de hoy, aunque Dios es su Padre viven como esclavos, están esperando que Dios les dé un cabrito para celebrar con sus amigos, así como un empleado recibe una recompensa cuando ha hecho algo bueno, no concluyendo como hijo. El padre de esta historia le dice a su hijo mayor “…Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas…”
Como tú eres hijo de Dios, eres heredero de Dios y coheredero con Cristo. Todas las cosas nos pertenecen; desde el momento en que mis hijos nacieron todas mis cosas también son de ellos. Cuando un hijo invita a un amigo a su casa no le dice “Vamos a la casa de mis papás” sino que dice “Vamos a mi casa”, porque puede concluir “Si es de mi familia, es mío”. De la misma manera, tu “Papá” (Dios) te ha puesto como heredero y todas las cosas son tuyas.
Siempre que Jesús habla de oración nos dice que llamemos a Dios “PADRE”. Como lo veíamos en Romanos, Dios nos ha dado el espíritu de adopción por el cual clamamos ABBA PADRE. “ABBA”: Es una palabra aramea y su equivalente en español es “Papi” es una expresión de afecto y confianza de un hijo hacia un padre. Jesús nos dice que oremos así “Padre Nuestro” no puedo pronunciar “Padre Nuestro” sin concluir que soy hijo y como hijo tengo privilegios y derechos.
Si veo un muchacho en la calle con un letrero que dice “Necesito zapatos nuevos” si quiero le puedo echar una moneda para ayudarle a juntar el dinero para que se compre sus zapatos nuevos, si mi amigo dice “Necesito zapatos nuevos” lo escucho y si quiero, en su cumpleaños le puedo regalar unos zapatos nuevos. Pero si mi hijo viene y me dice: “Necesito zapatos nuevos” ¡Ese sí es mi problema! porque como soy su padre, me he comprometido a suplir todas sus necesidades. Nosotros somos hijos de Dios y Él se ha comprometido a suplir todas nuestras necesidades. Alguien le puede preguntar a un hijo ¿Por qué te compran ropa esos señores? y la respuesta será: “Porque son mis papás” ¿Por qué te dan de comer? y la única respuesta es: “Porque son mis papás”. Los papás suplen las necesidades de sus hijos. ¿Cómo pide de comer un hijo en su casa? yo no me acuerdo que llegara a mi casa diciéndole a mis papás “Papá, mamá si es su voluntad, por favor denme un poco de comer”, ¡No! solamente decía “Mamá tengo hambre” porque nunca dudé de que mis papás me quisieran dar de comer.
Cuando nosotros le pedimos a Dios por nuestras necesidades, le debemos pedir con la misma confianza con la que un hijo le pide a sus padre, porque Dios se ha comprometido a suplir nuestras necesidades. Cuando Jesús enseña sobre la oración Él dice: “…Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?..” Dios se deleita en dar regalos a sus hijos. A veces necesitamos un poco más de madurez antes de que Dios pueda soltar algunas cosas, pero entendemos que Dios se deleita en dar regalos a sus hijos.
Otro tema donde se refleja nuestra identidad de hijos es en la alabanza y adoración: Mientras Jesús está hablando con la mujer samaritana, Él le dice que la hora viene donde los verdaderos adoradores adoraran al Padre en espíritu y en verdad, luego dice: “…porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.…” Entonces debemos adorar a Dios en el espíritu y leímos en Romanos 8 que una de las primeras palabras que el Espíritu Santo nos enseña es “ABBA” ¿Sabías que tú puedes tocar el corazón de Dios de una manera que ni los ángeles lo pueden hacer? ¿Por qué? ¡Porque eres su hijo! Tal vez los ángeles cantan más bonito que nosotros, tal vez los ángeles puedan hacer las cosas con mejor excelencia que nosotros, pero nosotros podemos tocar el corazón de Dios en una forma que ellos no lo pueden hacer; ¡Porque somos sus hijos! Juan 4:23 y 24
Así es como debes ver tu relación con Dios; cuando te acerques a Él no pienses que te has acercado al Creador, más bien piensa que te has acercado a tu Padre. Cuando adores, no pienses yo estoy adorando al Dios grande, aunque tú puedes decirle todos esos nombres, porque sí lo es, pero cuando tú adores, hazlo desde la relación que un hijo tiene con su Padre.
¿Cómo puedes saber si realmente tienes la identidad de hijo? La identidad la mostramos no cuando estamos viviendo lo mejor, sino cuando estamos pasando por lo peor. Muchas personas creen que han concluido que son hijos de Dios, pero en el momento que fallan regresan a ver a Dios como un juez o alguien muy estricto. Esto es muy notorio porque aunque se dicen ser hijos, en su corazón se ven como esclavos. Yo también he tenido días donde he fallado a Dios y he hecho cosas que no debí hacer, pero ahora llegó el día en que puedo decirle a Dios: “Aunque te fallé, sé que sigo siendo tu hijo y sé que me amas. Gracias”
El hecho de que hagamos algo que no debemos, no nos quita el amor que siente Dios hacia nosotros; lo que sí provoca es que Dios no pueda manifestarnos su amor como Él quiere. Cuando mis hijos se portan mal yo no dejo de amarlos, y tampoco les amo menos, pero como están en desobediencia, no puedo mostrarles mi amor como quiero. Es igual con Dios cuando lo desobedecemos, Dios no aleja su amor de nosotros, nosotros nos alejamos de su amor. Por eso Jesús nos dice en Juan 15 “…Permanece en su amor…” ¿Cómo? caminando en obediencia. Cuando mis hijos me obedecen, puedo hacer muchas cosas divertidas con ellos y tratarlos en la forma que realmente quiero: Abrazarlos, jugar con ellos, besarlos. Pero cuando desobedecen, por un momento debo tomar la forma de disciplina. La Biblia nos enseña que el hijo que no recibe disciplina es un bastardo, no es un hijo verdadero. Uno de los lados del amor es la disciplina y si desobedecemos, Dios nos disciplina.
Eres un hijo de Dios, adóralo desde esta postura y mira por ti mismo como puedes tocar su corazón, camina en obediencia para que le permitas a tu Padre mostrarte todo su amor y darte todo las cosas que Él quiere para ti.
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